Por Ruth Ballonga
Cuando conocí a Ignacio, en el
Grupo de Montaña San Jorge, yo tendría 20 ó 21 años. Recuerdo que me llamó la
atención su espíritu rebelde con lo establecido, sus largas charlas mientras
subíamos o bajábamos montañas, amenizando la ruta con actitudes desternillantes
cuando el camino se presentaba difícil. Su peculiar forma de hacer las cosas,
siempre entregado, siempre con una sonrisa. Como aquélla bajada del Aneto
durante una semana santa, la nieve estaba tan blanda que en cada pisada nos
hundíamos hasta el ancón. Era desesperante no avanzar después del palizón de la
subida por Coronas. De repente Ignacio, para motivarnos, sobre todo a las
chicas, desapareció en uno de los muchos agujeros de nieve para enseguida
aparecer de un salto y con una sonrisa. Lo hizo varias veces y consiguió que el
camino nos pareciera menos dificultoso y pesado.
Tengo que agradecerte que
estuvieras siempre que te he necesitado, dispuesto a ayudar en lo que fuera
necesario, como con aquel viejo 127, mi primer coche que tú reparaste tras un
siniestro que lo dejaba para la chatarra. Con cuatro chapas de un desguace,
remachadas (literalmente), y el
posterior estucado morado, estuvo listo de nuevo. Cuántas risas hicimos.
Hacía años que no te veía, la
vida te va distanciando, pero siempre supe de ti a través de tus hermanos. A
finales del pasado verano, tuvimos la necesidad de reencontrarnos contigo.
Tengo alguna foto tomada mientras volabas (tu pasión). Al día siguiente nos
llevaste a Luis y a mí a buscar setas. Recuerdo la conversación que mantuvimos,
como antes, pero con la serenidad que dan los años. Comimos en casa de mi
hermana Noemí, nos contaste más historias vividas, y nos despedimos con un “volveremos
pronto”. Este último encuentro fue nuestra despedida, la parca me concedió esa
oportunidad. Me siento afortunada de haberte conocido. Adiós Ignacio, amigo.
Esperemos que todos sigan aportando, yo tengo mas material y espero tener tiempo o sacarlo de algun sitio.
ResponderEliminarBuena foto