ADIÓS AMIGO
Nos conocimos hace más de veinticinco años, media vida. Vino con su novia a hacer un curso de parapente en nuestra escuela de vuelo y se quedó en el Valle. Dejó atrás su trabajo en la General Motors y decidió vivir entre las montañas. Construyó conmigo y otras dos personas, el primer hangar que hubo en Castejón de Sos, cuando sólo volaba un viejo ultraligero.
Veinticinco años dan para mucho: Montaña, esquí, escalada y, sobre todo, volar. En parapente y en ultraligero. Llegó a comprar tres aviones y fabricó otros tantos engendros voladores. Como yo, había estudiado en un colegio de curas, y como a mi, se nos quedó un cierto punto de rebeldía y aversión a la norma establecida y al dogma inamovible. Por eso lo cambiaba todo, lo ponía todo en duda, creaba sus teorías que defendía vehementemente. Mostraba cierto grado de provocación en su conversación, que a veces exageraba, siendo en realidad su pensamiento más racional y moderado de lo que aparentaba. Modificaba siempre los aviones, los motores, las hélices, o los fabricaba de manera diferente. En los últimos años se obsesionó con los motores eléctricos, convencido de que iban a ser el futuro de la aviación.
Nos conocimos hace más de veinticinco años, media vida. Vino con su novia a hacer un curso de parapente en nuestra escuela de vuelo y se quedó en el Valle. Dejó atrás su trabajo en la General Motors y decidió vivir entre las montañas. Construyó conmigo y otras dos personas, el primer hangar que hubo en Castejón de Sos, cuando sólo volaba un viejo ultraligero.
Veinticinco años dan para mucho: Montaña, esquí, escalada y, sobre todo, volar. En parapente y en ultraligero. Llegó a comprar tres aviones y fabricó otros tantos engendros voladores. Como yo, había estudiado en un colegio de curas, y como a mi, se nos quedó un cierto punto de rebeldía y aversión a la norma establecida y al dogma inamovible. Por eso lo cambiaba todo, lo ponía todo en duda, creaba sus teorías que defendía vehementemente. Mostraba cierto grado de provocación en su conversación, que a veces exageraba, siendo en realidad su pensamiento más racional y moderado de lo que aparentaba. Modificaba siempre los aviones, los motores, las hélices, o los fabricaba de manera diferente. En los últimos años se obsesionó con los motores eléctricos, convencido de que iban a ser el futuro de la aviación.
Cientos de
páginas podrían escribirse sobre sus historias y anécdotas, pero hablaré
de las cosas importantes. Tras una silueta que no destacaba por nada en
especial, había un tipo duro, de los de antes, fuerte, trabajador,
honrado, una de esas personas en las que puedes confiar plenamente. Si
alguna vez yo hubiera necesitado ayuda, fuera lo que fuera, de día o de
noche, aquí o a mil kilómetros, estoy absolutamente seguro que él
hubiera respondido. Me gustaría pensar que he estado a su altura. Si
tuviera que destacar una cualidad suya, yo diría que era una “Buena
Persona”, y posiblemente sea esa la cualidad más importante que pueda
tener un ser humano.
Me quedaré para el recuerdo con esos magníficos vuelos que nos hicimos juntos este otoñó, con Beatriz Parera, por el Pirineo y los que hizo él sólo por los valles franceses. Y sobre todo, con su cara de felicidad difuminada tras las gafas empañadas y su sonrisa después de cada aterrizaje.
Adiós amigo Ignacio, “Primico”. Cada vez que entre en el hangar, echaré de menos tus máquinas voladoras, tus herramientas desordenadas, tus proyectos a medio acabar y te echaré de menos a ti.
Foto: Probando cohetes en el campo de vuelo.
Me quedaré para el recuerdo con esos magníficos vuelos que nos hicimos juntos este otoñó, con Beatriz Parera, por el Pirineo y los que hizo él sólo por los valles franceses. Y sobre todo, con su cara de felicidad difuminada tras las gafas empañadas y su sonrisa después de cada aterrizaje.
Adiós amigo Ignacio, “Primico”. Cada vez que entre en el hangar, echaré de menos tus máquinas voladoras, tus herramientas desordenadas, tus proyectos a medio acabar y te echaré de menos a ti.
Foto: Probando cohetes en el campo de vuelo.
Mucha gente intenta volar pero antes hay que conseguir alas.
Tuve la suerte de participar en alguno de eso engendros voladores mano a mano en el torno y aun me rio al acordarme.Gracias
Tuve la suerte de participar en alguno de eso engendros voladores mano a mano en el torno y aun me rio al acordarme.Gracias
Buenísima foto. La cara de satisfacción de Ignacio lo dice todo...
ResponderEliminarNacho ....menudos inventos hacia, sabia más que un ingeniero y era adorable su sonrisa.
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