lunes, 11 de abril de 2016



Verano de 2013. Castejón de Sos (Huesca). Temperatura ambiente,  27º.


Por  Santi Hernández De Andrés

                       
Verano de 2013. Castejón de Sos (Huesca). Temperatura ambiente,  27º.
Dos amigos entran tiritando a la cafetería del camping y mientras se ponen
encima un forro polar, le piden, al recio camarero, dos cafés con leche al
tiempo que el resto de los clientes del bar, una pintoresca mezcla de guiris y lugareños, contempla curiosos nuestros intentos por entrar en calor.

Una “mocoseta”  con pecas, ajena a la tiritona que llevábamos pide
gritando:
._ Pon me un corneto !

El camarero le atiende sin prestarle demasiada atención y se vuelve hacia Ignacio: 

._Donde os habéis metido ésta vez?

._Venimos del Posets (contesta con voz tranquila Ignacio), pero se nos ha echado encima una nube y casi nos congelamos.

._Bueno del Poset, del collado de Sahún, de la Sierra de Chia, del Turbón …. hoy se movía algo el aire, pero ha sido un vuelo precioso (repuse).

Un vuelo más, y todos magníficos, los que hicimos en biplaza, los que hice bajo tu mirada cuando me diste la ”suelta" y los pequeños saltos de escuela que hacíamos con un montón de amigos, casi cada año por los alrededores del refugio de Cerro Marradetas.

Quiero decir la verdad; espero poder volver a ver la puesta de sol sobre el Monte Perdido y quiero volver a hacer escuela con quien quiera compartir un día de aventura y felicidad.

Pero estoy seguro de que lloraré como un crío cuando vuelva a tu valle, a tus y nuestras queridas montañas del valle de Benasque, y vuelva a ver una vela deslizándose suavemente sobre el curso del rio Esera.

No, nada será igual, pues el recuerdo de los buenos momentos y del amigo perdido, será inevitable que vuelvan a los que tuvimos la suerte de conocerte.

Nos dejas no solo el ejemplo del hombre tenaz que vive conforme a su ideal de libertad. Para mi lo mejor de ti fue tu generosidad sin límites.

Es curioso que yo, que no soy creyente, tenga la sensación, la impresión, la seguridad absoluta, de que siempre, y para siempre, algo tuyo va a quedar en esas montañas.

Cuantos de nosotros habremos sabido vivir, al final de nuestros días, saborear y disfrutar la vida como lo hiciste tú, mi buen amigo.

Nos dejas mucho por llorar, mucho por pensar pero por encima de todo en la medida en que cada uno podamos, nos dejas la gran tarea de compartir con quien quiera recibirlo, el amor que todos sentimos por nuestras montañas, por los ibones, por volar, por las estrellas, en definitiva, por lo que hace que la vida merezca la pena.






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